MIGRACIóN Y LUCHA CONTRA LA CORRUPCIóN: LOS DESAFíOS DEL PRóXIMO PRESIDENTE DE PANAMá

Este domingo, cerca de tres millones de panameños estaban convocados para votar en las elecciones presidenciales, que decidirán quién gobierna el país centroamericano durante los próximos cinco años. A pesar de que la presencia de ocho candidatos en la boleta, uno resaltaba a lo lejos entre todos: José Raúl Mulino, del partido de derecha conservadora Realizando Metas, que superaba en las encuestas a sus tres rivales inmediatos por 20 puntos.

Con el 88,71% de las mesas escrutadas y una participación del 77,35%, esa diferencia se redujo en las urnas, pero parecía suficiente para dejar a Mulino -el delfín del expresidente Ricardo Martinelli- encaminado a la victoria, con un 34,41% de los sufragios. A continuación, aparecían Ricardo Lombana, del Movimiento Otro Camino, con el 25,03% del conteo, seguido del expresidente Martín Torrijos, con el 16,02%, y Rómulo Roux, con el 11,24%. Estos últimos reconocieron el triunfo de Mulino.

“El pueblo eligió este 5 de mayo una propuesta distinta. Yo quiero felicitar a José Raúl Mulino por su elección como presidente de la República (...) No puedo ocultar mi preocupación por el futuro del país, espero que el próximo presidente cumpla con las expectativas y las soluciones que todos los panameños están esperando”, señaló Roux.

“El pueblo panameño habló y ha elegido a José Raúl Mulino”, agregó Torrijos.

Estas elecciones eran de mayoría simple, por lo que ganaba directamente quien obtenía más votos, sin posibilidad de segunda vuelta, un tema que ha sido objeto de debate en el último año.

El país, que no tiene partidos de izquierda competitivos, vivió una campaña donde todos los candidatos presentaron planes de gobierno similares: creación de empleo, dinamismo económico y reformas constitucionales para acabar con la corrupción, en un tema omnipresente en cualquier campaña centroamericana.

Precisamente el Presidente saliente, el socialdemócrata Laurentino Cortizo, se va del poder en medio de un escándalo por el pago de becas estatales a políticos y a familiares. De manera irónica, el líder de la actual oposición, Ricardo Martinelli, fue condenado por lavado de dinero, al probarse vínculos con la empresa brasileña Odebrecht durante su gobierno, entre 2009 y 2014.

Si era él, en primera instancia, el candidato que iría a la papeleta, una inhabilitación terminó dándole la candidatura a su fórmula vicepresidencial, el abogado José Raúl Mulino. La campaña del partido Realizando Metas fue clara en eso: “Todos somos Martinelli, y Martinelli es Mulino”, llegó a declarar el expresidente, llamando a votar por el abogado de 64 años, que fue ministro de Seguridad.

Las encuestas previas fueron claras: según un sondeo hecho por Mercadeo Planificado S.A., a solicitud del diario La Prensa, el 37,6% de los votantes se inclinarían por elegir a Mulino. Con esto, superaba por lejos a los otros candidatos: Martín Torrijos marcaba un 16,4%, Rómulo Roux un 14,9% y Ricardo Lombana un 12,7%. Curiosamente, luego de que Martinelli fuera inhabilitado, Mulino pasó a encabezar la lista, aunque ahora su opción no tenía compañero de fórmula.

Martinelli, conocido como “El Loco” por sus simpatizantes, está asilado actualmente en la embajada de Nicaragua en Ciudad de Panamá, desde donde hizo una intensa campaña llamando a votar por Mulino. Con este asilo busca evitar los 11 años de cárcel a los que fue condenado por “delito doloso”. Además, le espera otro juicio en acusación de supuesto blanqueo de sobornos pagados por Odebrecht

Respecto a la popularidad de Martinelli, Claire Nevache, investigadora del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (CIEPS), comentó a RFI: “Sobre todo recuerdan los hechos de corrupción y poco se habla de los casos de derechos humanos, que también fueron varios durante su presidencia. Pero también, no se puede negar, fue un período de impresionante bonanza económica para el país. Durante los cinco años de Ricardo Martinelli, el promedio de crecimiento económico fue el mayor del mundo, superior a 10%. Había pleno empleo, crecimiento del salario mínimo todos los años y muchas obras de infraestructura que se construían y que generaban un cambio muy concreto en la vida cotidiana de las personas”.

El debate político en esta campaña estuvo marcado por las pérdidas económicas causadas por la falta de agua en el Canal de Panamá. En agosto, a causa de esta escasez en una de las rutas comerciales más importantes del mundo, se tuvieron que retrasar las operaciones, dejando a cientos de barcos esperando en línea para cruzar el paso entre el Pacífico y el Atlántico.

Las demoras en las actividades del canal han representado pérdidas millonarias, mientras que las preocupaciones medioambientales sobre el enorme consumo de agua que implica su funcionamiento generaron inquietud entre los votantes panameños. Las preocupaciones ambientales están muy presentes en la política panameña: el año pasado, una serie de protestas masivas contra un contrato gubernamental con una mina de cobre terminó cerrando el proyecto de una de tajo abierto.

Además de la lucha contra la corrupción y la crisis hídrica, otros de los temas dentro del debate político panameño y al que tendrá que hacer frente el próximo presidente es la migración.

La selva del Darién, que solo el año pasado vio a 500.000 migrantes pasar por el territorio en búsqueda del “sueño americano”, fue otro asunto esencial dentro de la plataforma política de los aspirantes, según France 24.

Panamá comparte la responsabilidad de la peligrosa selva con Colombia, país con el que ha tenido distintos roces diplomáticos durante el gobierno de Cortizo, quien ha acusado a Bogotá de “no querer” colaborar en el manejo de la crisis migratoria que experimenta la región.

Mulino aseguró el pasado 16 de abril que, de llegar a la Presidencia, “cerraría” el paso fronterizo en el Tapón del Darién, haciendo alusión a un impulso en la cooperación con Estados Unidos, cuya frontera, según el ahora candidato, pasó “de Texas a Panamá”.

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